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Natalia Oreiro: “Yo llegué a la Argentina cuando tenía 16 años, y vivir en este país es vivir en el peronismo”

Natalia Oreiro esperó 10 años para interpretar a Eva Perón. Entre las inseguridades propias y el respeto por el mito, no se sentía preparada para asumir ese desafío. “No todas las actrices podemos interpretar todos los personajes. Y yo en aquel momento no tenía las herramientas para poder hacerlo”, reconoce la uruguaya en diálogo con Teleshow.

Tuvieron que pasar varios personajes por su cuerpo para que se sintiera segura como para interpretar a “la mujer más importante de la historia argentina”, como la definirá en la entrevista. Todavía transita ese duelo propio de profesión por dejar atrás un papel, y se emociona cada vez que habla de una protagonista clave de nuestro país, causante de amores y odios, de pasiones exacerbadas y de adoración eterna, de reivindicaciones y cuestionamientos, pero nunca de indiferencia.

Natalia Oreiro y Ernesto Alterio en Santa Evita

Eva Perón es la miniserie que estrenará Star+ el 26 de julio, al cumplirse 70 años de su muerte. La ficción está basada en Santa Evita, la célebre novela de Tomás Eloy Martínez, que repasa la vida -pero sobre todo la muerte- de Eva y el destino errante de su cadáver embalsamado, oculto y profanado durante más de 15 años. Un capítulo más en una saga de ficciones en torno a su figura, que también tuvo en cuenta la actriz a la hora de componer su papel. Ese gran desafío al oficio, en el que quería ser Evita sin dejar de ser Natalia, pero que eso se notara lo menos posible. Y vaya si lo consiguió.

La propuesta le llegó en un momento de grandes desafíos personales. Y también de replanteos, entre las ganas de aceptar nuevos desafíos, como el de la conducción, y la necesidad de parar la pelota, de aprender a elegir, pero también a soltar. Y no era cuestión de dejar que el tren de Eva pasara por segunda vez. “Estoy muy agradecida de participar en un proyecto muy ambicioso” dice la actriz -que comparte elenco con Darío Grandinetti, Ernesto Alterio, Francesc Orella y Diego Velázquez-, sobre un papel para el que fue elegida a través de un casting, a pesar de su status de estrella. Y lejos de afectar su ego le dio la seguridad necesaria para hacerle frente al papel: “Hay algo que los directores vieron en mí”, agradece.

—¿Cómo te preparaste para el casting?

—Cuando me convocó María Laura Berch, que es la directora de casting de Santa Evita, y además es mi coach personal, me quedé en silencio. Y finalmente me animé. Dicen que el tren no pasa dos veces, y yo dije: “Quizás no pase tres. Lo voy a intentar”. Me preparé con los recursos que tenía y vi el trabajo de todas mis compañeras actrices interpretándola y debo reconocer que todas encontraron una emoción, una fragilidad, una valentía, una emoción distinta. Y eso me dio seguridad. Obviamente, hice una interpretación, no hice una imitación de ella, y esa fue una elección que se tomó, porque claramente estamos contando una historia y yo no soy parecida tampoco.

—Sin embargo, uno te ve y la ve a Eva en Santa Evita. Realmente se puede transmitir. Y me imagino que había que encontrar algo diferente a lo que habían interpretado las otras actrices.

Interpretar a la mujer más importante de la historia argentina, y de hecho me atrevería a decir del mundo político, para mí era una enorme responsabilidad, más allá del placer que me puede dar la búsqueda de un personaje. Alguien que dejó tanta huella, que al día de hoy se la tiene tan presente. Y después sí, estar a la altura del proyecto, y encontrarle algo personal también. Me entregué en todo el sentido de la palabra: los actores encarnamos, y yo le di mi cuerpo a ella.

—¿Hasta ese momento cómo era tu vínculo con el peronismo y con Eva?

—Yo llegué a la Argentina cuando tenía 16 años, y vivir en este país es vivir en el peronismo. Y Eva es una figura que está en la calle, que está en la boca de todos, entonces uno la tiene muy presente. Ya en mi adolescencia en Uruguay sabía quién era. Y tenía claros sus logros épicos como el tema del sufragio femenino, la incorporación de las mujeres a la vida política. La movilización de las mujeres, los derechos que se les dieron a los trabajadores, a los niños, a los ancianos. Eso era conocido y era admirado por mí. Pero no tenía tanto detalle de su historia como actriz, de su historia como niña. Y creo que hay mucho de la Eva política que tiene que ver con su origen: ella sabía de qué hablaba porque su origen era así. Por eso era escuchada por los sectores más populares y por eso ella quería esa reivindicación.

—¿Qué descubriste de Eva mientras construías el personaje?

—En el Museo Evita me dieron un montón de información y me permitieron tocar su ropa y era muy emocionante, independientemente de la mirada política que uno pueda tener hoy. Toda esa gira que hizo por Europa solita en un mundo de hombres. O sea, si hoy a la mujer le cuesta ser escuchada, imaginate en esa época, en los 40, en los 50. Y ver la transformación que ella tiene en tan poco tiempo, que ya lo traía pero que evidentemente ella supo capitalizar, y cuando se sintió preparada ocupó un lugar estratégico, épico, y también sentir esa fragilidad y ese dolor que debió haber tenido por darse cuenta de que se estaba yendo y todo lo que le quedaba por hacer y el miedo de que lo que había hecho se perdiera. Porque ella no dormía, no comía; más allá de su enfermedad daba cinco, seis discursos por día; por eso su voz también tiene una transformación enorme, de la voz joven de actriz de radioteatro a la voz ronca, gastada, cansada.

—Y qué importante fue como para que su cuerpo generara ese temor…

—Total. Yo creo que era el miedo de los hombres a una mujer sin miedo. Porque les daba miedo viva, pero les daba miedo muerta. El poder de Eva muerta era enorme. Un cuerpo que estuvo a la espera de ser enterrado durante 20 años sin saber su paradero. Claramente fue utilizado políticamente. Por eso desapareció. Porque sentían que era un símbolo y que tenía que ser una muerta más. Y nunca lo lograron. Porque las ideas no se matan.

Natalia Oreiro y Francesc Orella en el primer capítulo de Santa Evita
Natalia Oreiro y Francesc Orella en el primer capítulo de Santa Evita

—¿Cómo es verte muerta?

—Y… eso fue un proceso duro. Más allá de verme muerta, lo que me desbordaba emocionalmente era sentir la vejación que le sucedió a una mujer. La manipulación de ese cuerpo femenino desnudo sin poder defenderse. Eso me parece súper actual además y me indignaba muchísimo. Y la serie es súper fuerte en ese sentido.

—Te asqueaba.

—Es tremendo pensar que eso realmente existió.

—Veo que te emocionás cada vez que hablás de este papel.

—Sí, porque se mezclan muchas cosas. Interpretar a alguien que existió ya de por sí es un vínculo muy especial que se genera. Interpretar a alguien que además es una parte de la historia de este país es una gran responsabilidad. Es esa emoción de haberlo hecho y haber entregado todo porque no me quedó nada por entregar. Y también ese dolor de soltar.

—¿Hay un duelo?

—Y tiene que haberlo, es necesario. Es una puerta que se cierra, que siempre va a tener un lugar en mí. Como lo han tenido otros personajes que ya no hago pero que me van a acompañar siempre.

—Se cierra tu trabajo, sin embargo se abre para el mundo.

—Ahí es realmente cuando se concreta nuestro trabajo. Uno debe soltar porque ya hizo todo lo que estaba a nuestro alcance y se concreta con el público, que es en definitiva para quien uno lo hace. Todo este proceso fue de mucha entrega, no solo mía, de miles de personas al servicio de una historia. Con mucho compromiso, con mucha rigurosidad, con mucho amor y dedicación. Y también es muy importante para la industria porque hacer este tipo de proyectos en nuestro país y que se vea en el mundo es algo muy valioso.

—Cambió mucho la industria, en algún momento nos asustamos mucho con lo que podría pasar con la ficción y la televisión abierta. Sin embargo, llegaron las plataformas, y en estos acuerdos entre plataforma, productoras y algunos canales se están haciendo unas ficciones maravillosas.

—Sí, yo creo que lo único que no va a cambiar es eso. O sea, uno puede tener una vida más digital, más inteligencia artificial, pero lo que tiene que ver con el arte no va a cambiar. Lo que sí van a cambiar son las formas en las que lo vamos a ver, y tenemos que ser permeables a que eso vaya sucediendo. La ficción, la música, la escritura, puede variar la forma que uno la consume, pero no va a variar la forma de hacerla, porque en definitiva es un texto, una interpretación, una dirección, un arte, un vestuario, una luz.

—La magia.

—La magia. Uno necesita la magia.

—Ya que hablaste de la música, ¿dónde quedó la Natalia cantante?

—Ayer estuve hasta altas horas haciendo un videoclip de música. Yo soy una actriz que canta y la verdad que disfruto mucho de cantar en el cine, en la tele o a sacar mis propios temas. Ahora voy a conducir un programa y voy a cantar también. Me encanta la música, me da alegría y me saca un poco de la rigurosidad de la actriz. Porque como actriz soy un poco intensa (risas).

—Intensa.

—Sí. Incluso haciendo comedia soy intensa. Pregunto todo, doy muchas vueltas…

—Bueno, por algo estás donde estás…

—No lo sé, la verdad que no tengo idea. Soy así. En algún momento me amigué con eso.

Natalia Oreiro fue elegida para interpretar a Eva mediante un Casting
Natalia Oreiro fue elegida para interpretar a Eva mediante un Casting

—¿Cómo te encuentra este momento de la vida?

—Buscándome. Es un momento que estoy reflexionando bastante acerca de mis elecciones, tratando de vivir un poco más despacio. Volví a hacer terapia y hablo mucho de eso. ¿Esto lo hago porque me hace feliz? ¿O porque es una inercia que me hace ir?

—Qué interesante eso de parar la pelota. ¿Tiene que ver con haber llegado a un lugar en la profesión que ya podés elegir? ¿O tiene que ver con la pandemia, que nos hizo replantear todo?

—Debo reconocer que es un proceso que ya venía de antes y que la pandemia quizás profundizó. Pero también lo que me viene sucediendo, que también la pandemia colaboró con eso, es que empecé a diversificarme mucho. Empecé a conducir. Que me gusta, que me divierte, pero me hace preguntarme sobre mi eje. Me gusta hacer todo eso y lo disfruto, el tema es cuando se me junta.

—Hay propuestas lindas dando vueltas que cuesta soltar.

—Sí, me cuesta soltar. Me cuesta soltar en general. Ahora estoy en el proceso de soltarla a ella, a este proyecto en particular. Pero tiene más que ver con algo más profundo que me pasa a mí que también por ahí tiene que ver con el origen. A los que nos costaron las cosas porque nos faltó algo, cuando lo tenemos nos cuesta decir que no. Además, también nos damos cuenta de la finitud de la vida. De querer hacer muchos personajes porque siento se me escapa el tiempo. “¿Qué tiempo Natalia? ¿Qué estás hablando?”. Cuando uno crece es más consciente de eso, y se da cuenta que hay que parar.

—Es muy interesante ese trabajo.

—Es necesario. Es disfrutar el momento

—Pensando en esto del origen, vos hace muchísimo tiempo que sabés que estás súper firme en lo tuyo y que va a haber trabajo. Que van a haber lindos papeles.

—Gracias. No tiene que ver con el reconocimiento del otro, es el propio. A mí me pasó en un momento…

—¿Ese costó más que el del otro?

—Yo creo que es más el propio. Es más el propio de creérselo, de intentar salirme de la inercia. Porque cuando uno abre una puerta, por ejemplo la conducción, que era algo que yo no quería hacer. Y surge una posibilidad concreta, en un momento determinado, y lo empiezo a hacer y me gustó, me divirtió, y dije… “¡Epa!”

—Qué bien que lo hice…

—No sé si lo hice muy bien, pero es otra cosa, que ahora empieza a tener su propio camino. Pero yo también quiero hacer este tipo de personajes. Entonces compatibilizar las profesiones es difícil. Cuando la gente te tiene mucho como Natalia, como Nati, después que te vean siendo Gilda, Eva, es como hay que remar más. Ahora, si no saben nada de vos puede ser más fácil. No sé si soy clara en el concepto.

—Sí Y sin embargo siendo Natalia yo vi a Eva. En estos formatos de biopic, a veces una figura tan popular puede correrte de estar viendo al personaje.

—Eso me alegra (risas).

—¿Te gustó verte?

—Me gustó ver la serie, sí. Me parece que es una serie hermosa. El trabajo de todos los actores es increíble. Y a mí me gustó verme, sobre todo en los últimos capítulos dije: “Ok, todo ese tiempo, todo ese esfuerzo, todas esas horas sin dormir, todo ese trabajo, se ve”. Porque a veces lo que uno pone, después no se ve. Y en ese final de Eva lo vi.

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